Poema a Nuestra Señora de Barbaño
Pedro López Pérez
MARÍA DE BARBAÑO
Hija del rio, pescadora de almas
—penitentes sufridos que vagan—
y las llagas que lava la Madre Bendita
con sus lágrimas primorosas del pie herido.
Racimo de uva fresca entre el olivo
que mece la tarde antes del sueño
y la oración que trae el viento
santificado en tu nombre.
¡Oh luz!, virgen enterrada en el silencio.
Cantares y letanías lauretanas
—fuente de vida, corriente de agua—
donde bebe la flor blanca de mi fe.
Elevo tu nombre al cielo y doy gracias
mientras fijo la mirada en tus ojos buenos.
¡Madre venturosa!, pasión montijana
—ermita blanca que guarda tu hermosura—;
jazmín de noche que envuelve la locura
perdida del perdido al que nadie llama.
¡María de Barbaño mi reina amada!
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